Como si se tratara de una épica batalla de cinco sets en una final de Grand Slam, Novak Djokovic volvió a escribir otra página memorable en su monumental carrera, esta vez en el ATP 250 de Ginebra. El número uno del mundo necesitó de una remontada cargada de drama, temple y resistencia física para doblegar al siempre peligroso Hubert Hurkacz por 5-7, 7-6(2) y 7-6(2), y así conquistar el codiciado trofeo número 100 de su trayectoria profesional.
El serbio, que llevaba más de medio año sin alzar un título —desde noviembre de 2023, cuando se coronó en el Masters 1000 de París y en las ATP Finals—, debió batallar durante tres horas y ocho minutos para revertir un partido que por momentos amenazaba con escapársele de las manos. Enfrente, Hurkacz llegaba imbatido en sets a la final, con un tenis agresivo y confiado, y con el desafío mayúsculo de intentar derrotar por primera vez a Djokovic tras siete enfrentamientos previos con saldo negativo.
Pero este no fue un triunfo más. El de Belgrado, poseedor de 24 títulos de Grand Slam, 40 Masters 1000 y siete ATP Finals, no solo sumó un nuevo trofeo a su ya histórica colección, sino que se convirtió en el tercer tenista con más títulos en la historia del tenis masculino profesional. Solo lo superan el legendario Roger Federer, que se retiró con 103 conquistas, y Jimmy Connors, quien aún lidera con 109 coronas.
Hasta su llegada a Ginebra, Djokovic no había ganado un solo partido sobre polvo de ladrillo en lo que va de 2025. Su última victoria sobre esta superficie databa de los Juegos Olímpicos de París 2024, donde se colgó la ansiada medalla dorada, uno de los pocos logros que le faltaban para cerrar el círculo perfecto de su carrera. Aquel fue también su último título… hasta ahora.
El serbio venía acumulando frustraciones en esta temporada. Cosechaba derrotas en sus debuts en cuatro torneos, incluyendo caídas en Montecarlo ante Alejandro Tabilo y en Madrid frente a Matteo Arnaldi. Ya había estado dos veces al borde del título número 100: en Shanghái, donde fue superado por Jannik Sinner, y en Miami, donde Tomas Machac le cortó el paso en la final.
En Ginebra, sin embargo, Djokovic apostó fuerte. Eligió el torneo suizo como preparación directa para Roland Garros, que arranca en apenas unos días. Y el plan funcionó. A sus flamantes 38 años —cumplidos el jueves pasado— se convirtió en el campeón de mayor edad en la historia del certamen, demostrando que su hambre competitiva y su físico de acero siguen intactos.
El camino hacia la victoria no fue en absoluto sencillo. Hurkacz aprovechó un quiebre tardío en el duodécimo game del primer set para tomar la delantera. En el segundo parcial, el polaco mantuvo su servicio con autoridad, pero Djokovic, como tantas veces, sacó su mejor versión en el tiebreak para nivelar el marcador. En el tercer set, el ex top ten polaco quebró temprano y se adelantó 2-0 y luego 4-2, pareciendo encaminarse al batacazo.
Pero allí emergió, una vez más, el guerrero inquebrantable de Belgrado. Djokovic recuperó el break en el octavo juego y volvió a llevar el set al desempate, donde mostró su conocida sangre fría y jerarquía. Con precisión quirúrgica y mentalidad de acero, sentenció el tiebreak por 7-2 y selló un triunfo histórico que lo convierte en miembro del exclusivo club de los centenarios del circuito ATP.
Con este título en Suiza, Djokovic lanza un mensaje claro al resto del tour: aún no está listo para entregar la raqueta. Su leyenda sigue en expansión y, justo antes de Roland Garros, deja claro que todavía tiene cuerda —y ambición— para seguir agrandando su legado.