El joven prodigio del tenis español, Carlos Alcaraz, volvió a demostrar por qué es considerado uno de los jugadores más talentosos y completos de la nueva generación. En una actuación que combinó temple, potencia y una notable capacidad de reacción, el murciano se consagró campeón del Masters 1000 de Montecarlo tras revertir un inicio adverso ante el italiano Lorenzo Musetti. En la final disputada sobre el emblemático polvo de ladrillo del Principado, Alcaraz perdió el primer set por 6-3, pero luego desató un verdadero vendaval de tenis para llevarse los dos siguientes con una contundencia abrumadora: 6-0 y 6-1.
El título tiene un sabor especial para Carlitos, no sólo por tratarse de uno de los torneos más prestigiosos del circuito sobre tierra batida, sino también porque en su única participación anterior en el cuadro principal de Montecarlo, en 2022, había sufrido una temprana eliminación a manos del estadounidense Sebastian Korda. Esta vez, en cambio, todo fue diferente: más maduro, más sólido y con una confianza cimentada en sus logros recientes, Alcaraz logró sacarse esa espina con una actuación dominante de principio a fin en el torneo.
El camino hacia el título no fue sencillo. En semifinales, tuvo que medirse con su compatriota Alejandro Davidovich Fokina, un jugador de gran talento nacido en Málaga, que ya había alcanzado la final en Montecarlo en 2022 y que, aunque aún no ha conseguido levantar un título en el circuito ATP, supo ofrecer resistencia. El duelo entre los españoles fue intenso, con puntos largos, intercambios llenos de táctica y golpes de alto vuelo. Sin embargo, la precisión quirúrgica de Alcaraz en los momentos clave inclinó la balanza a su favor, sellando su pase a la final con parciales de 7-6(2) y 6-4.
Ya en la definición del domingo, frente a un Musetti que venía de eliminar al australiano Alex de Miñaur en una dura semifinal, el murciano volvió a sacar a relucir su mejor versión. El italiano, actual número 16 del ranking ATP, había mostrado su temple en semifinales al recuperarse de un comienzo flojo ante el oceánico, donde cayó 1-6 en el primer set, pero luego se impuso 6-4 y 7-6(4), desplegando un tenis fino y agresivo, sobre todo con su elegante revés a una mano y su derecha punzante. Con esa actuación, Musetti alcanzó su primera final en un Masters 1000 y se convirtió en el tercer italiano en disputar una definición en el Principado, siguiendo los pasos de Corrado Barazzutti (campeón en 1977) y Fabio Fognini (campeón en 2019).
En la previa del duelo, el historial entre Alcaraz y Musetti marcaba un leve dominio del español, con cuatro triunfos en cinco enfrentamientos previos. La única victoria del italiano había sido precisamente en una final, la de Hamburgo 2022. Pero en Montecarlo, Alcaraz impuso su jerarquía, su variedad de recursos y una intensidad difícil de igualar. Tras un primer set donde Musetti fue más preciso y supo aprovechar los errores del español, el partido dio un giro total. Carlitos ajustó su estrategia, subió el nivel de agresividad en sus devoluciones, y con un físico a tope, arrolló a su rival en los dos sets siguientes, dejando en claro que está listo para grandes cosas en esta gira de arcilla.
“Creo que he jugado a un nivel muy alto desde el primer punto, incluso cuando perdí el primer set. Supe mantener la concentración y aprovechar las oportunidades que se presentaron en los momentos importantes. Él salvó varios break points y hasta match points, pero me siento muy orgulloso de cómo respondí. Lo más importante es que me estoy sintiendo muy bien desde lo físico, y eso me permite jugar con más libertad”, declaró Alcaraz tras levantar su séptimo trofeo de Masters 1000 y el vigésimo tercero de su carrera profesional.
Con esta victoria, Carlos Alcaraz se inscribe oficialmente en la lista de campeones del histórico torneo de la Costa Azul, donde Rafael Nadal ostenta el récord absoluto con once títulos. Montecarlo, con su glamour y tradición, ha sido testigo del nacimiento de una nueva estrella sobre su polvo de ladrillo. El murciano no sólo levantó el trofeo, sino que dejó una señal clara de cara a Roland Garros: está en plena forma, y va por más.